Entrevista de Willy López en Cultura Badajoz
La portada de la última novela de Ignacio Vidal-Folh, “Pronto seremos felices”, se trata de una foto de Moscú de principios de los años 60 donde aparecen trabajadoras de una sombrerería, apoyadas en el quicio del escaparate, vistiendo un uniforme azul aciano, y aprovechando su descanso para tomar el nítido sol que la ciudad rusa dispone a cuentagotas para sus habitantes. Las mujeres de rasgos más atractivos se encuentran aparatadas, en el lomo del libro, se necesita blandir por la mita la novela para fijarse en ellas, en el confín de la foto y la portada. Son dos chicas que miran con cierta ensoñación, con los brazos cruzados, como esperando un silbato para reincorporarse de nuevo al grupo. Presentan una actitud de espera, de resignación innata, de evocar que pronto, algún día serán felices. Toda una metáfora de su novela, un viaje a Praga, que oficialmente tiene como objeto una transacción comercial, y que se convierte en el punto de partida de un asombroso itinerario vital impulsado por el reencuentro con Kamila, su eficiente y fiel colaboradora durante años que desapareció de pronto como si una movediza tierra de oscuros intereses políticos se la hubiera tragado.
Tiene mucho de periodístico este libro, su forma de investigar y narrar en “Pronto seremos felices”
Es inevitable, soy periodista y estuve de corresponsal en aquella época, pero precisamente lo que he querido llevar a esta novela, es aquello que como corresponsal no podía explicar porque no tenía interés periodístico. Entrevistaba a políticos, a figuras de la vida religiosa, a economistas, analistas políticos, pero aquí de lo que hablo es de la gente normal, personas que conocí, gente llana que no las puedes meter en un periódico porque carecen de trascendencia. Hablo de una secretaria que tenía muy mal carácter y luego resulta que era cooperadora de la policía secreta del ministerio del interior de Checoslovaquia. Con ella intento explicar cómo eran muchísimas personas de la Europa del Este hace 25 años.
“LO QUE MÁS ME GUSTABA DE AQUELLO, AUNQUE SUENE INDECENTE DECIRLO YA QUE LA GENTE SUFRÍA PARA SOBREVIVIR, ES QUE HABÍA MUCHO TIEMPO LIBRE. SE TRABAJABA MUY POCO. HABÍA MUCHA VIDA MENTAL Y ONÍRICA”
El libro tiene una carga ideológica importante ¿no?
Tiene un peso ideológico, ya que es una crítica a las promesas incumplidas, aquellas promesas que hicimos nosotros, los occidentales como propaganda a la gente del Este y los anhelos delirantes de felicidad y bienestar que se hacía a muchas de esas personas. Es efectivamente una crítica política. Con tanta información rescatada de su corresponsalía en estos países del Este ¿Cómo ha diseñado “Pronto seremos felices”?
¿Cómo ha elaborado la novela?
Previamente mente me hago un resumen de las historias que quiero contar y pienso como las voy a hilvanar de manera que tenga una sucesión homogénea. Intento evitar contar historias que se salgan de tono, y he tenido que quedar fuera aquellas que resultaban cómicas o demasiado grotescas. Se trata de darle coherencia y reestructurar muy bien las pequeñas historias para que el resultado sea el idóneo, recordemos que en esta novela hay unas veinte historias entrelazadas.
¿Existía actividad cultural en Rumanía, Bulgaria o Checoslovaquia, o estaba censurada la vida artística?
En esos países había una enorme censura cultural pero al mismo tiempo existía un gran respeto por el libro. Y según me decían algunos estudiantes, ellos tenían acceso de alguna manera u otra de conseguir lo que querían en este aspecto. Siempre tenían un amigo de un amigo de un amigo que su padre era diplomático y que les había traído un disco de Deep Purple o algunas novelas prohibidas en estos países.
De aquellos países de la órbita comunista ¿Qué es lo que más le gustaba?
Lo que más me gustaba de aquello, aunque suene indecente decirlo ya que la gente sufría para sobrevivir, es que había mucho tiempo libre. Se trabajaba muy poco. Había mucha vida mental y onírica. En las ciudades no existía la publicidad, tenían un encanto especial, eso me gustaba, aunque todo hay que decirlo olían fatal debido a la gasolina de baja calidad y al consumo exagerado del carbón para la calefacción. Recuerdo que Bucarest era una ciudad casi irrespirable por la contaminación.
¿Existía actividad cultural en Rumanía, Bulgaria o Checoslovaquia, o estaba censurada la vida artística?
En esos países había una enorme censura cultural pero al mismo tiempo existía un gran respeto por el libro. Y según me decían algunos estudiantes, ellos tenían acceso de alguna manera u otra de conseguir lo que querían en este aspecto. Siempre tenían un amigo de un amigo de un amigo que su padre era diplomático y que les había traído un disco de Deep Purple o algunas novelas prohibidas en estos países.De aquellos países de la órbita comunista ¿Qué es lo que más le gustaba?Lo que más me gustaba de aquello, aunque suene indecente decirlo ya que la gente sufría para sobrevivir, es que había mucho tiempo libre. Se trabajaba muy poco. Había mucha vida mental y onírica. En las ciudades no existía la publicidad, tenían un encanto especial, eso me gustaba, aunque todo hay que decirlo olían fatal debido a la gasolina de baja calidad y al consumo exagerado del carbón para la calefacción. Recuerdo que Bucarest era una ciudad casi irrespirable por la contaminación.